Cuba, primer estado obrero de América 



Por Nahuel Moreno

Introducción: 

El plan de colonización del imperialismo yanqui, nuestro principal enemigo 


(Enero de 1955) [1]

Vamos a referirnos al plan de colonización que el imperialismo yanqui ha desatado sobre América Latina. Es triste advertir que, en momentos en que Asia y África, están realizando esfuerzos tremendos por alcanzar su independencia, América Latina, que la tiene desde hace un siglo y medio, está perdiéndola.

La colonización del imperialismo en el mundo, se acentuó en los países de Asia y África, y en cambio los de nuestro continente se salvaron por dos razones principales: la rivalidad interimperialista (que impidió a uno de ellos en particular, adueñarse de Latinoamérica) y además, la fortaleza relativa de las burguesías nativas latinoamericanas (que le permitió especular entre los distintos imperialismos). Solo Centroamérica por su debilidad económica y la cercanía de Estados Unidos, cayó prontamente en su esfera de influencia.

La primera y especialmente la segunda guerra mundiales, modificaron la situación en favor del imperialismo yanqui, que quedó como la única potencia con energía para emprender la colonización del sector que aún se mantenía independiente en el mundo.

Para comprender el proceso de colonización que el imperialismo yanqui ha desatado en nuestro continente es necesario señalar las etapas previas que han atravesado nuestros países, y que son esencialmente, tres:

a) Dependencia económica

b) Semicolonización económica

c) Semicolonización económica y política

La etapa de la dependencia se caracteriza porque la penetración se realiza fundamentalmente en el plano económico. El capital financiero que llega, especialmente inglés, lesiona la soberanía económica en el sentido que obtiene rendimientos desmesurados y que, en líneas generales, deforma las estructuras económicas; sin embargo, y a excepción de Centroamérica, la soberanía política se mantiene inalterable. La gran crisis de 1929 inaugura la etapa de semicolonización.

Los países imperialistas tratan de descargar la crisis sobre los países latinoamericanos imponiéndoles obligaciones económicas no conocidas hasta la fecha. El avance general de nuestros países se frena con la crisis mundial y las burguesías nativas se ven obligadas, para mantener sus posiciones, a firmar pactos económicos de carácter semicolonizante. El mejor ejemplo es el Roca-Runciman [2] que ató la economía argentina al imperialismo inglés.

Con los prolegómenos de la segunda guerra mundial comienzan las restricciones a la soberanía política de Latinoamérica. Con el mecanismo de la Unión Panamericana y sus conferencias se articula el instrumento de dominio político, alterando el significado de dichos organismos que, desde 1889 hasta 1936 no significaron obligación política alguna para Latinoamérica.

La conferencia de Lima de 1939 marca el nuevo punto de partida para la política yanqui. Por primera vez se discute en ella la obligación de intervenir en la guerra en caso de agresión a un país americano. A partir de entonces la presión del imperialismo yanqui se intensifica con el propósito de alinear nuestros países en torno de política exterior. La conferencia de Río de Janeiro de 1942 recomienda la ruptura con el eje y declara no beligerante a los Estados Unidos. Paralelamente y como punto de presión, el imperialismo yanqui inhibe la exportación de bienes de capital a todo país que no acate estos acuerdos. Lo que sigue es ya historia reciente. El dominio yanqui económico-político se va acentuando. En la conferencia de Río de Janeiro de 1947 se planteó el tema de la defensa continental, estableciendo que a los efectos de un ataque externo sobre cualquier zona del continente más un contorno de varias millas en su alrededor, se consideraría una agresión a todos los países, y por ende sería repelida por todos. Un año más tarde se crea la OEA (Organización de Estados Americanos), que si bien y formalmente, es una continuación de la vieja y anodina Unión Panamericana, en realidad será un verdadero organismo superestatal que obrará políticamente en nombre del continente. La OEA va mucho más allá de la conferencia de Río de Janeiro, no limita el ámbito de la agresión a la periferia de América sino que se extiende a cualquier parte del mundo, y considera no solo la agresión física, sino también la verbal.

Todas estas restricciones a la soberanía política de los países americanos se complementan con los pactos bilaterales, la Junta Interamericana de Defensa, etc. Con sus secuelas prácticas: instalación de bases militares yanquis, entrada de toda clase de misiones, unificación de armamento y de planes bélico estratégico-tácticos, compra de armas al imperialismo, etc.

No vamos a caer en la falacia de los sirvientes que hipócritamente afirman que los pactos y acuerdos ponen también a EE.UU. en un pie de igualdad, con las mismas obligaciones. El único que tiene intereses extraterritoriales en todo el mundo y el único que se ve comprometido por las necesidades de su política exterior es el imperialismo yanqui, y no los débiles países latinoamericanos. El argumento de la "igualdad" nos recuerda la famosa anécdota del tratado de pesca entre Francia y una de sus colonias, que otorgaba igualdad de derechos a la colonia y a la metrópoli de modo que mutuamente tenían libertad de pescar en respectivas aguas territoriales. Todo era de una igualdad irritante, salvo un detalle: la colonia no tenía ni un solo buque pesquero...

El plan yanqui de colonización forma parte de la estrategia general que se ha trazado el imperialismo ante el avance de la revolución mundial. Dentro de ella, nuestro continente es clave, no solo por el aporte de bienes de consumo, sino también -y fundamentalmente- por su ubicación estratégico-militar. Con el control del canal de Panamá y del estrecho de Magallanes el imperialismo se asegura el dominio de los océanos y la posibilidad de acceder al este asiático y africano.

Por último la importancia de América Latina se incrementa por ser el lugar donde el imperialismo yanqui tiene mayores inversiones y, por ende, cualquier movimiento revolucionario de este continente sacude mucho más su estructura económica que las movilizaciones asiáticas o africanas.

El plan de colonización asume una realidad que vive el mundo. El imperialismo ya no tiende a utilizar el garrote como único medio de sojuzgamiento. El pernicioso ejemplo que significan para nuestros pueblos las revoluciones anticoloniales obliga a los yanquis a adaptarse a la nueva situación y a cortar en lo posible la presencia de gobiernos dictatoriales que exacerban la ira de las masas. Por ejemplo lo ocurrido en Bolivia en 1952, es un ejemplo de lo peligroso que resultan los gobiernos dictatoriales. El ideal actual del imperialismo son gobiernos "democráticos", "representativos", que al mismo tiempo que desvían el interés de las masas hacia el juego parlamentario, sirven para oponer a los partidos patronales entre sí, facilitando la penetración yanqui.


Las cuatro etapas de la revolución cubana 

Junio, 1960 [3]

Que Cuba sea la vanguardia de la revolución latinoamericana, no nos debe impedir analizarla y criticarla cuidadosamente. Se trata de comprobar sus etapas, sus contradicciones y su dinámica, para impedir que retroceda o sea aplastada y para aplicar sus experiencias a otros países similares.

Las revoluciones cubana y boliviana tienen una característica que las hacen únicas en nuestro continente: la destrucción del ejército permanente y el surgimiento de milicias armadas. En ambos países se dio un poder dual y un gobierno precariamente sostenido, por un lado, sobre el pueblo armado, y por otro, en las negociaciones y acuerdos con sectores burgueses e imperialistas.

Una diferencia importante es la siguiente: mientras la revolución boliviana barrió al ejército en tres días, la cubana logró hacerlo en un proceso mucho más largo y complicado. En Cuba, lo que más sorprende es la falta de un programa por parte de los líderes revolucionarios. Los decretos del gobierno responden siempre a necesidades inmediatas y no a un plan esbozado de antemano. Ese es un carácter común a todas las direcciones nacionalistas del mundo, pero en Cuba, donde la presión imperialista es tan fuerte, se manifiesta casi a diario. Lo trágico es que la deficiencia de carecer de un programa conocido a largo plazo, es subrayada como una virtud por los críticos nacionalistas o burgueses. Es que, con ese mismo método, los dirigentes burgueses y pequeñoburgueses, ocultan sus verdaderos propósitos y maniobras.

Sartre, agudo observador de la revolución cubana, señala: "En resumen, diré que un movimiento que empezó bajo la forma de un putsch, vio desaparecer uno tras otro sus objetivos, descubriendo objetivos nuevos cada vez más populares y profundos, en una palabra, más revolucionarios." No tenemos nada que objetar a esta caracterización, salvo completarla, precisando sus etapas, que hasta el momento son cuatro, y aventurar su porvenir.


La primera etapa: el putsch


La primera etapa revolucionaria se caracterizó por el putsch dado [el 26 de julio de 1953] por un grupo de jóvenes de la burguesía y la pequeña burguesía, desgajado de los partidos tradicionales.

Según la revista Visión, Fidel era un joven dirigente conservador que comenzó un putsch con la complacencia de importantes sectores de la oligarquía. Jules Dubois, el periodista agente de los monopolios, relata la siguiente anécdota:


"Un grupo representativo de ciudadanos de Santiago me honró con un banquete en el Country Club. Además de Pepín Bosch, asistieron el Dr. Manuel Urrutia -que todavía era juez- Daniel Bucardo, presidente de la Cámara de Comercio; el rector de la Universidad de Oriente; el reverendo Chavee, jefe del Movimiento de la Juventud Católica; Fernando de Leones, un importante exportador de café; los presidentes del Rotary Club, Club de Leones, de la Asociación Médica, del Colegio de Abogados, instituciones civiles y otros grupos.

Éramos las únicas personas en el Club Santiago que no habíamos festejado ninguna fiesta, excepto las impuestas oficialmente, desde el 26 de julio de 1953. La mesa era oblonga. En un extremo había una silla vacía ante un cubierto puesto, y un letrero que había sido allí cuidadosamente ubicado con intención de que yo lo viera, y que decía 'reservado'. El maestro de ceremonias, Fernando de Ojeda, se levantó y se dirigió a mí: 'Uno de nuestros compatriotas tenía el propósito de asistir a esta cena en su honor -dijo- pero se excusó de no poder hacerlo. Lo comprendemos y aceptamos sus excusas porque está ocupado en una importante misión para Cuba. Su nombre es Fidel Castro'."

(Jules Dubois, Fidel Castro: Rebel, Liberator, or Dictator?, The New Merrill Company, Indianapolis-

New York, 1959, p. 163-164.)


Esta formación semioligárquica del movimiento revolucionario en sus orígenes, así como el hecho de que el eje de su actividad haya sido la provincia de Oriente, tienen la explicación social de que el régimen de Batista se apoyaba cada vez más en la burguesía de La Habana (industriales, contrabandistas, dueños de hoteles y cabarets) en contraposición a la gran burguesía azucarera y terrateniente asentada en el interior (la provincia de Santiago produce el 60% del azúcar).

A esto se le debe sumar la crisis crónica de la pequeña burguesía, dada la falta de un importante desarrollo industrial.

Durante la primera etapa, Fidel [luego del desembarco con el Granma en diciembre de 1956] se refugió en la montaña y se limitó a provocar al régimen para lograr el apoyo popular. Durante el primer año no lo logró y culminó con el fracasado intento de desatar una huelga general.


El putsch se transforma en revolución


Cuando durante los primeros meses de 1958 crecientes sectores de la pequeñoburguesía urbana y del campesinado se unen al movimiento de Castro, la situación cambia cualitativamente.

Es importante señalar que gran parte de las masas que se incorporaron al movimiento antibatistiano, crearon sus propias guerrillas independientes. Generalmente se ignora que Batista cayó por la acción de varios frentes guerrilleros que solo a último momento, Castro logró coordinar.

Mientras Fidel en Las Villas contaba solo con 150 hombres, el Directorio Revolucionario tenía mil guerrilleros, y el Segundo Frente de Escambray, cinco mil.

El surgimiento violento y masivo de la lucha guerrillera, tiene una explicación última en el agravamiento de la situación económica sumado a la crisis crónica de estructura. El ascenso de masas permitió a Castro resistir, primero, la ofensiva de Batista, y lanzar después, la contraofensiva a través de un frente único de los grupos guerrilleros, que culminó con el triunfo de la revolución.


El imperialismo y la patronal desvían la revolución

La etapa limitada entre la derrota de Batista y la caída del presidente Urrutia, se caracteriza por la ofensiva de la burguesía que, habiendo apoyado a Castro, trata de frenar la revolución y encauzarla en los moldes de una democracia formal que le permita desgastar al movimiento de masas. Es la etapa de la "unidad nacional democrática" en la que marchan en el mismo ómnibus la burguesía y el imperialismo -representados por el presidente Urrutia- y la clase obrera. Los primeros esforzándose por conservar posiciones, y la segunda, que había tenido un rol secundario en la derrota de Batista, organizándose y avanzando. Fidel era el árbitro equilibrista de la situación, apoyado, de entre las clases revolucionarias, en la pequeña burguesía.

La crisis se produce por la renuncia de Urrutia [en julio de 1959] que obliga a Castro a apelar al movimiento de masas, y en especial al movimiento obrero, que es ya una poderosa fuerza, la principal del movimiento revolucionario.

Se ensancha la revolución

La lógica escisión del frente nacional revolucionario inauguró una nueva etapa que aún no se ha cerrado. La tónica la da el curso progresivamente revolucionario, y la polarización de clases.

Mientras toda la burguesía se alinea contra Castro, el gobierno, presionado por el movimiento obrero y la situación internacional, adopta una serie de medidas progresistas: instauran oficialmente las milicias armadas, se profundiza la reforma agraria, se enfrenta decididamente al imperialismo yanqui en el marco del sistema panamericano, y se denuncia el Pacto de Río de Janeiro; se llega a ejercer un control sobre las grandes empresas industriales extranjeras y comienzan los preparativos para las expropiaciones; la central obrera realiza un congreso en el que se anuncia un programa extraordinariamente avanzado, etc., etc.

Pero la etapa no se ha cerrado aún y el imperialismo prepara su contraofensiva. Por un lado, aísla la revolución, utilizando a tal fin a los gobiernos títeres, y por otro, trata de iniciar, lo más pronto posible, una guerra civil en Cuba. 

La revolución y el movimiento obrero mundial 


Por su importancia comercial, Cuba era uno de los países principales de Latinoamérica. Esa es la clave de la magnitud y trascendencia que tiene, en ese aspecto, el movimiento revolucionario cubano, contrariamente a la revolución boliviana que pasó sin pena ni gloria.

Incrustada en el seno del imperialismo, Cuba ha abierto una brecha para que la revolución mundial aseste un golpe mortal al patrón del capitalismo mundial. La luz del foco revolucionario ilumina, por otra parte, a todo el continente y Norteamérica, a la defensiva, recurre a cualquier medio para desviar o frenar a las masas.

Con relación a los movimientos nacionalistas latinoamericanos, Cuba los ha dividido claramente en dos etapas, al acelerar la crisis de sus direcciones tradicionales, burguesas y terratenientes, y acelerar el surgimiento de nuevas direcciones pequeñoburguesas. Esas dos etapas se sintetizan en la figura de los dos líderes de masas contemporáneos: Perón y Fidel, el primero, jefe de un movimiento de ideología y dirección burguesa; el segundo representante de una conducción de extracción pequeñoburguesa.


Distintas interpretaciones de la revolución



En general, las distintas interpretaciones de la revolución cubana realizadas en los medios que la apoyan, tienden a reflejar la extracción social de sus autores. El nacionalismo, incluido el católico, esgrime la experiencia cubana como ejemplo del rol que juega el hombre-mito y el hombre-conductor. Para este sector, el pueblo cree en Fidel, y este cree en el pueblo, estableciéndose entre ambos una reacción intuitiva. Castro debe interpretar los sentimientos populares sin ningún esquema previo, y modificar día a día su política, guiado solamente por un intuitivo "realismo nacionalista". Esta interpretación refleja una concepción burguesa de la revolución, y la organización piramidal, con un jefe indiscutido en el vértice, es la réplica política de la organización de una empresa capitalista encabezada por el patrón.

En los hechos, esta posición sirve para impedir la iniciativa y la organización independiente, democrática y dinámica de los trabajadores.

La concepción "izquierdista" -comunista, socialista, liberal, la corriente Cooke [4] del peronismo, etc., etc.- es tan variada como los matices de los sectores sociales de la moderna clase media y la burocracia comunista. Todos los izquierdistas se unen para opinar que la revolución no debe ser criticada, y están por la "unidad de todos los sectores revolucionarios", entendiéndose por ello la unidad de los patrones, la clase media, los campesinos y los obreros. Sin embargo, hacen objeciones formales a la revolución, cuando ésta afecta alguno de sus intereses particulares. Los comunistas, por ejemplo, critican toda actitud de roce con la URSS.

Otra interpretación es la que ha hecho el trotskismo. Nos solidarizamos y sintetizamos la opinión del periódico norteamericano The Militant, que se basa en la ideología de la revolución permanente:

a) Sin gobierno directo de la clase obrera no hay solución permanente para los problemas de ningún país. Para lograr este gobierno es indispensable un proceso de lucha revolucionaria intransigente, antiimperialista y antipatronal.

b) Al proceso revolucionario, una vez comenzado, no puede detenerse ante ninguna estructura económica o social explotadora.

Estas posiciones se han confirmado plenamente. Cuba y Bolivia son ejemplos vivos de ese proceso revolucionario que no puede estancarse, que avanza o retrocede, pero no puede detenerse.

En Cuba la revolución avanza, en Bolivia se detuvo y por lo mismo retrocede; en Guatemala el retroceso llevó al desastre.

El futuro de la revolución 


La experiencia revolucionaria mundial nos obliga a ser tajantes: o la revolución se extiende en forma permanente en el interior y en el exterior, o muere. Internamente debe imponer un verdadero gobierno de clase obrera, apoyado en el campesinado y en la clase media urbana. Para ello es necesario superar la ambigüedad pequeñoburguesa del gobierno actual, y entregar toda la tierra a los campesinos, nacionalizar y planificar la industria.

La extensión exterior de la revolución, se logrará haciendo que la misma se comprenda, apoye y desarrolle por el movimiento obrero latinoamericano, que por ahora solo siente una intuitiva admiración y simpatía hacia ella. Se debe superar la etapa en que a Cuba la "entienden" los doctores y los personajes distinguidos sin influencia real en el movimiento de masas.

Estos objetivos se obtendrán si la revolución supera rápidamente su dirección llena de dudas, vacilante, y basada en la dirección inapelable del equipo de Fidel Castro, que oscila entre las presiones de los distintos sectores, y carece de un programa revolucionario.    


La quinta etapa de la revolución cubana [5]

Decíamos en nuestro artículo [de junio de 1960] que la revolución se extiende o muere. Felizmente la revolución ha seguido un curso ininterrumpido y se ha superado por el camino que señalábamos. Cuando el gobierno revolucionario nacionalizó sin titubeos prácticamente toda la industria, el comercio exterior, la tierra y el sistema bancario, a fines del 60, Cuba se transformó en un nuevo estado obrero, el primero de América y del mundo occidental. Con estas medidas, el gobierno cubano, se elevó a un auténtico gobierno revolucionario, siguiendo la tradición de Lenin y Trotsky en Rusia, y de Durruti en España.

A partir de entonces, la definición del gobierno de Fidel debe cambiar, no solo para la nueva etapa, sino para todo el proceso revolucionario. La única deficiencia fundamental en nuestro artículo anterior, la encontramos en la caracterización de la dirección de la revolución cubana.


Buenos Aires, diciembre de 1961



[1] Resumen de la conferencia pronunciada por Nahuel Moreno en el Centro Lanús del PSRN (Partido Socialista de la Revolución Nacional).

[2] El Pacto Roca-Runciman fue un acuerdo de comercio internacional celebrado entre la República Argentina y el Reino Unido, el 1 de mayo de 1933. Fue firmado por el vicepresidente de Argentina, Julio Argentino Roca (hijo) y el encargado de negocios británico Walter Runciman. [Editor]

[3] Publicado en la revista Qué Hacer Nº 1 (13/6/60), de Palabra Obrera. Traducido al inglés y publicado en The Newsletter, periódico de la izquierda del Partido Laborista británico que encabezaba Gerry Healy, del Comité Internacional del Trotskismo Ortodoxo.

[4] John William Cooke (1919-1968) fue un dirigente peronista que, después del triunfo de la Revolución Cubana sería el ideólogo del ala filo castrista del peronismo. 

[5] Publicado en la revista ¿Qué Hacer? N° 3, de agosto de 1961