Bolchevismo vs frente populismo ante los gobiernos “progresistas”

03.02.2023

... A propósito del debate sobre la reforma electoral en México


Reproduzco a continuación un fragmento del documento "el gobierno de Miterrand, sus perspectivas y nuestra política", así como de otro documento llamado "oportunismo y trotskismo frente a los gobiernos de frente popular", a propósito del debate que se está dando en nuestro país en torno a la reforma electoral, la cual busca reducir los salarios de diputados y senadores, así como poner al Instituto Nacional Electoral (INE) bajo la dirección del gobierno federal, regresando a su modus operandi durante el gobierno del PRI, mediante el cual este podía organizar monumentales fraudes electorales como el del 1988.

Por su parte, López Obrador se la pasa todas las mañanas agitando en sus conferencias mañaneras que el INE le hizo fraude en 2006 (lo cual muy probablemente sea cierto), lo que no dice es que esta misma institución le dio la victoria en 2018.

Algunos compañeros del movimiento social aseguran que "en realidad no tendríamos que sostener a ningún burócrata burgués. Todos, incluido presidente, gobernadores, congresistas, magistrados, etc, deberían ganar el salario promedio de un trabajador."

Lo cual es cierto, justo y necesario, sin embargo, no puede llevarse adelante en un estado burgués, sino en su antípoda: el estado obrero y revolucionario gobernado por las masas mexicanas. La mal llamada "Cuarta Transformación" que acaudilla López Obrador, busca construir una democracia burguesa "saludable", inofensiva y baja en calorías, sacarle brillo y presentarla como el sistema más democrático que puede existir para engañar a las masas.

La política de los bolcheviques leninistas y quienes nos reivindicamos trotskistas, es la denuncia sistemática y permanente de este tipo de maniobras y plantear consignas de poder que apunten a la destrucción del estado burgués, su aparato burocrático y militar.

Si bien el gobierno de López Obrador no es un gobierno de "frente popular" en donde participan sectores del movimiento obrero, sino un gobierno capitalista a secas, guarda una similitud con los gobiernos de frente popular, que es visto por algunos sectores de las masas como "su gobierno", lo cual es hasta cierto punto normal, porque esa es su función: confundir y vestirse de oveja para que el proletariado mexicano no sospeche que sirve a una pandilla de lobos capitalistas como Carlos Slim, los Harp Helú, Salinas Pliego, los Larrea y sobre todo a las multinacionales que han fincado sus inversiones en los megaproyectos de muerte.

Un rasgo importante de las movilizaciones que ha convocado la oposición burguesa al gobierno de AMLO, es que logró movilizar a algunos miles de trabajadores y sectores descontentos con el gobierno capitalista de MORENA, cayendo en la dirección de sectores escuálidos como Claudio X. González, un payaso de circo acompañado de algunos ex presidentes.

Los documentos que a continuación citamos, corresponden al ascenso al poder de Francois Miterrand en Francia en 1981, entonces la mayoría de la izquierda reformista quedó deslumbrada y colaboró en un gobierno de coalición con la burguesía, aclarado el punto, recomiendo ampliamente la lectura de los dos textos citados.

Atte. Jesús Valdez, noviembre de 2022


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Oportunismo y trotskismo ante los gobiernos de Frente Popular

El punto central que diferencia a los oportunistas de los revolucionarios, y hoy día al revisionismo del trotskismo, es el que tiene que ver con la política respecto a este tipo de gobierno. El oportunismo y el trotskismo se diferencian tajantemente en tres aspectos fundamentales de su política.

El primero es el que tiene que ver con el apoyo o no. Los oportunistas se caracterizan por dar su apoyo al gobierno frentepopulista. Este apoyo puede ser abierto o vergonzante; puede ser a las medidas del gobierno o de hecho, cuando no se opone claramente a esas medidas, o cualquier otra variante por el estilo.

En segundo lugar, los oportunistas se caracterizan por tener un silencio cómplice respecto al gobierno. No lo denuncian como un gobierno burgués y, como todo gobierno burgués, contrarrevolucionario. Es decir, no hay una política de denuncia sistemática, de enfrentamiento y oposición frontal al gobierno.

El revolucionario, en cambio, hace una denuncia sistemática, implacable, del gobierno como burgués y contrarrevolucionario; llama a no creer en ninguna de sus promesas o medidas.

En tercer lugar, el oportunista se caracteriza por no levantar consignas de poder que sean el eje de toda su política y agitación. Es decir, no es el eje de su política la reivindicación de un tipo de gobierno opuesto al existente.

Siempre, siempre, el trotskismo tiene una gran consigna, que es la fundamental: la consigna de poder para oponer al gobierno frentepopulista. Esto para nada quiere decir que cuando las masas aún confían en el gobierno levante la consigna de voltearlo. Pero esto no significa que le oculte a la clase obrera su caracterización y política. Nos preparamos para echar al gobierno cuando convenzamos a los obreros que es un gobierno contrarrevolucionario y que hay que echarlo. Para convencer a la clase obrera de esta urgente y primera necesidad no hay otro medio que denunciar al gobierno frentepopulista minuto a minuto.


Un silencio cómplice...

Desde que subió Mitterrand, el oportunista nos propone que no choquemos con las ilusiones de las masas y que, para evitarlo, nos callemos la boca respecto al gobierno, al menos por ahora.

Ya se sabe que quien calla otorga. Esa posición se desliza en la práctica a librar de sus culpas al gobierno. Por ejemplo, Pablo se calla la boca o no hace campaña denunciando que fue Mitterrand en persona quien puso su firma, en la cumbre de Ottawa. Tampoco denuncia que es el gobierno quien realiza nuevas intervenciones imperialistas y defiende a capa y espada a las fuerzas armadas francesas.

Todos los oportunistas proceden de la misma manera, lo que los lleva a que cuando el gobierno aumenta la luz, el gas, la electricidad, el trasporte, la gasolina y, en general, la carestía de vida y la desocupación, ellos le echan la culpa a la burguesía o a la herencia de Giscard. Del gobierno no hablan, o lo hacen elíptica y ocasionalmente.

¿Por qué hacen esto? Muy sencillo. Dicen (y esto es cierto) que las masas creen en el gobierno y no quieren enfrentarlo sino dialogar con él. Por lo tanto, el partido revolucionario tiene que ser el portavoz de ese diálogo para así acompañar la experiencia de las masas.

Cuando ellas estén a un paso de descubrir que el gobierno es contrarrevolucionario (ya en los soviets y a las puertas de la revolución) recién entonces nosotros diremos nuestra caracterización del gobierno para que ellas terminen de sacar la conclusión. Es decir, "tenemos que estar un paso, sólo un paso, delante de las masas".

Tan sencillo como equivocado. Confunden endiabladamente las cosas en las que tenemos la obligación de estar muy adelante de las masas -la denuncia, la educación, la propaganda-, con las que tenemos que estar pegadas a ellas: las propuestas para la acción.

El oportunista no hace ni una ni otra cosa, ni propaganda ni propuestas para la acción, y callándose la boca sobre el gobierno, renuncia a construir el partido.

El eje central de toda nuestra política en esta época de crisis mundial del imperialismo, tiene que ver con el gobierno, con el poder.

Cuando sube un frente popular, esa cuestión del poder tiende rápidamente a volverse inmediata, pues se entra a una etapa superior, en la que casi siempre la realidad objetiva plantea el "todo o nada". No en vano definimos al frente popular como un "último recurso".

Cuando gobierna el frente popular, las posibilidades de triunfo tienden a estar más cerca que nunca, a veces al alcance de la mano. Es decir, se abre la perspectiva de que las masas, con el partido revolucionario al frente, derriben y remplacen al frente popular.

Por eso se hace imprescindible desenmascararlo a diario, preparando a los trabajadores en la perspectiva de la insurrección. Para que las masas, falsamente ilusionadas, puedan entender nuestro planteo, la política revolucionaria debe tener dos aspectos: la explicación, por la negativa, del carácter traidor y contrarrevolucionario del gobierno, que debe ser sistemática, aprovechando las múltiples oportunidades para ello, y el planteo, por la positiva, de que gobierno proponemos en su lugar, aunque al principio no digamos directamente "abajo el gobierno actual".

Tales han sido los rasgos de la política leninista trotskista respecto a los frentes populares, desde Kerensky -el primero conocido- en adelante.

Al principio, los bolcheviques no llamaron a derribar al gobierno provisional ruso de 1917. Pero desde el primer día, Lenin, con un pie en el tren blindado, proclamó "ninguna confianza en Kerensky" y pasó a desarrollar la campaña contra él, denunciando sin piedad cada una y todas sus medidas contrarrevolucionarias, a pesar que los bolcheviques eran una pequeña minoría y la confianza de las masas en el nuevo gobierno era abrumadora.

En este aspecto, Lenin no se distanció uno sino mil pasos de las masas. Su único límite fue no llamar al derribamiento directo del gobierno mientras las masas no lo compartieran y acomodar cuidadosamente la alternativa de poder -es decir, el planteo positivo de que gobierno queremos-, a las circunstancias cambiantes. En esto, sí que se mantuvo pegado a las masas. Pero la "explicación paciente" de que era un gobierno contrarrevolucionario -es decir, el planteo por la negativa-, Lenin lo inició el primer día y no lo abandonó hasta su caída. Para ello debió empezar por imponérselo a su propio partido, al cual amenazó con romper, si no abandonaba el curso oportunista que habían impuesto, entre otros, Stalin, callándose ante el gobierno y apoyando sus medidas positivas.

Trotsky, ante el gobierno Blum, procedió de modo parecido. El primer número de La Lutte Ouvrière, periódico de la sección francesa, fue clausurado por el frente popular. Su lectura, así como la de los ejemplares posteriores, muestra, principalmente a través de los artículos firmados por el mismo Trotsky, la campaña de denuncia del gobierno y el planteo alternativo de poder, aunque sin llamar a movilizarse contra él sino contra la burguesía y el imperialismo.

Por supuesto, el oportunista, por ejemplo, Pablo, puede mostrar que en tal página de tal número de su periódico dice estar "por el gobierno obrero y campesino" o "por echar a los ministros burgueses". Para Lenin y Trotsky no se trata de eso, sino de hacer campañas permanentes, de basar la política en la denuncia del gobierno frentepopulista y en el planteo positivo de un gobierno distinto.

Dice el refrán: "dime con quién andas y te diré quién eres". Podríamos parafrasearlo diciendo: "dime qué dices todos los días del gobierno, dime qué otro gobierno propones, y te diré qué eres".

... y un apoyo vergonzante

Ya embarcado en su carrera, el oportunista cae fácilmente en el apoyo abierto o vergonzante al gobierno. Es un paso coherente dentro de su lógica.

Como él se guía por la ley absoluta de no chocar con las masas, mucho menos va a

chocar cuando ellas festejan una medida que parece confirmar sus expectativas e ilusiones en el gobierno.

Ese razonamiento lo hace caer en la famosa fórmula de Stalin de apoyo a las medidas progresivas y rechazo a las negativas. Lenin debió erradicar esa orientación que, de continuar, hubiera frustrado la revolución rusa. Trotsky consideró a esa fórmula stalinista como el más ruin y nefasto de los oportunismos, pues todas las medidas del gobierno, aun las aparentemente "positivas", están al servicio de su plan contrarrevolucionario.

Precisamente, lo característico de este plan consiste en utilizar las concesiones -a veces toda una política de concesiones- para desmovilizar a las masas y desmontar la revolución. 



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Corolario

Nuestro compañero Cesar Martinez Rosales (El Cortamortaja) tenía una manera muy particular de resumir (en sus palabras) lo arriba expuesto:

"Al enemigo no podemos darle ni una concesión: Si llueve, es culpa del gobierno y si no llueve, también"